jueves, 12 de abril de 2007

NEGOCIADO EL 95% DEL TLC

Luego de una semana de tensiones, de una posición inflexible de los Estados Unidos y de un lobby político al más alto nivel, que incluyó encuentros entre los presidentes Álvaro Uribe y George Bush, la negociación para el Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos quedó acordada en más de un 95%.

Sin embargo, los esfuerzos fueron insuficientes para dejar listas todas las mesas y por ello el Gobierno aplazó para esta semana la discusión de los temas que tienen enredado el proceso como el del agro y la mesa sanitaria y fitosanitaria.

En la práctica ya todo está resuelto en la negociación para un TLC con los Estados Unidos. Con esta frase el jefe del equipo negociador colombiano, Hernando José Gómez, dio por terminado el proceso en mesas distintas a las referidas. Entre ellas se cuentan las siguientes:

PROPIEDAD INTELECTUAL. Se acordó un paquete de los temas de interés para Colombia, en particular lo referente a los procesos y quién aplicaría el tema del linkage (chequeo que se hace cuando se solicita un registro sanitario para evitar que se vulnere los derechos de alguien que tiene una patente).

En el punto Colombia dejó claro que no puede ser el Invima el que maneje dicha temática sino una instancia administrativa.

COMPRAS PúBLICAS. Estados Unidos aceptó excluir la operación comercial de la Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol y otros servicios sensibles respecto a las obligaciones en el tratado.

En el caso de ISA, Isagén y Colombia Telecomunicaciones los equipos negociadores de Colombia, liderado por Hernando José Gómez, y el estadounidense decidieron que sólo tendrán trato nacional con relación a los oferentes de compras públicas de EE.UU.

ADUANAS. A partir del 2008, los exportadores colombianos tendrán que despachar la mercancía a los Estados Unidos en un término no mayor a 48 horas.

Este fue uno de los principales temas acordados en la mesa de asuntos aduaneros que se cerró en la ronda de Miami.

El segundo artículo del capítulo se refiere al despacho de mercancías. En este punto, Colombia se comprometió a despachar las mercancías en un término no mayor a 48 horas siguientes a la llegada de la misma a los puertos o aeropuertos.

ACCESO A MERCADOS. Colombia abrió su comercio en 81,8% al mercado de los Estados Unidos. Los esquemas de desgravación acordados para el sector industrial se lograron debido principalmente a que ambas economías son complementarias. Las camionetas cuatro por cuatro entran por una subpartida en la que también lo hacen otros productos, cuyos aranceles se desmontarán a cinco años.

LICORES. Quedó establecido que los EE.UU. no tomará ninguna decisión en cuanto a prejuzgar la legalidad o no del esquema colombiano de impuestos al consumo y que durante cuatro años ese tema quedaría postergado. Si de aquí a ese tiempo alguien quiere cuestionarlo tendría que ir al sistema de solución de controversias. El jefe negociador, Hernando José Gómez, destacó los logros en este tema para Colombia y dijo que lo más importante es que se haya preservado el aval de la Constitución.

CAFé. Sobre este producto quedó resuelto el tema de la regla de origen, es decir, se garantiza que no llegarán al país cafés procesados de cualquier parte del mundo y que todo el café tiene que ser originario de la región para poderlo exportar en forma procesada entre los socios del convenio.

Por ejemplo, si los empresarios de los Estados Unidos importan el grano de Vietnam o cualquier otro país productor, no podrán procesarlo y enviarlo a Colombia.

Por: Colprensa, Bogotá

Dirección: http://www.elpais.com.co/paisonline/notas/Febrero212006/A621N2A.html

ROPA VIEJA "MADE IN USA"


A todos los cuestionamientos que se han venido haciendo al desarrollo de las negociaciones del TLC se suma ahora la denuncia de los pequeños y medianos industriales congregados en Acopi, referida al empeño de los norteamericanos en vendernos artículos usados, como electrodomésticos, productos metalmecánicos y hasta ropa.


El asunto tiene varias connotaciones que van desde lo económico hasta lo cultural, pasando naturalmente por consideraciones en materia de salubridad y de dignidad humana. Obviamente lo que alegan los industriales de Acopi está en el marco de lo económico, porque no pueden ni deben aceptar que se les monte semejante competencia. Si un electrodoméstico nuevo producido en una gran factoría norteamericana ya es suficiente competencia en cuanto a calidad y precio, cómo será si lo venden en una tercera o cuarta parte del precio inicial y sin mayor deterioro, a la usanza gringa.


El razonamiento aplica por igual a electrodomésticos, máquinas y ropa. Será imposible competir con todos esos productos, usados y baratos, llegando por camionadas a inundar los mercados locales. Además está el asunto tecnológico, ya que una máquina usada supone cierto nivel de obsolescencia y necesariamente dificultades a mediano plazo para la consecución de repuestos y asistencia técnica. Más serios aún son los efectos que esta práctica comercial tendría en aspectos aparentemente deleznables en las frías conversaciones del TLC. Como someter a toda una sociedad a ir un paso atrás en materia de gustos, de moda y de estrenos. Acostumbrarnos a comprar accesorios que consumidores de otro país van dejando, es como aceptar sin remedio nuestra condición de ciudadanos de un tercer mundo, más en lo mental que en lo económico.


Hay quienes dicen que ya es común que muchos colombianos compren ropa y enseres usados en los mercados de las pulgas de Miami y otras ciudades de Estados Unidos. Pero seguramente eso no lo cuentan aquí cuando regresan, que por algo será que no lo hacen, y además no es lo mismo que un grupo minúsculo traiga unas pocas cosas, a que nos las pongan aquí a entera disposición, en cuanto almacén de baratijas exista o en cuanta feria del usado se organice.


Es fácil entender el afán de los productores norteamericanos por obtener algunas ganancias adicionales al revender sus mercancías y poder competir en ese nivel con los súper económicos productos nuevos que siguen llegando de China. Pero en Colombia tenemos que pensar en nuestro propio interés, que no debe ser otro que favorecer la producción nacional, porque sin ella no hay empresas y sin empresas no hay empleo y sin empleo, más temprano que tarde, no tendremos con qué comprarle la ropa usada ni siquiera a los Chinos.


Por: La Nación (Editorial)

AGRICULTURA Y TLC

Estoy escribiendo esta columna desde Washington, el martes santo por la mañana, cuando se está desarrollando la VIII ronda de negociaciones del TLC y en estos dos primeros días santos se efectúa una reunión bilateral entre Colombia y Estados Unidos, de la mesa de agricultura.

El tema es de la mayor importancia para Colombia porque está claro que nuestro conflicto armado hunde sus raíces en el campo, por lo cual la desestabilización de sectores agrícolas o pecuarios tiene efectos no sólo en la economía, sino también en la guerra interna que queremos terminar.

Lo primero que debemos anotar es que la posición inicial del Gobierno y la oposición tienen el mismo mensaje. Hay un mensaje común que considera sumamente sensible el sector y plantea que si no se consigue una negociación satisfactoria en la materia, el tratado no se debe firmar.

Sin embargo, las preguntas que siguen nos alejan. La primera, ¿se puede conseguir una negociación satisfactoria en la mesa de agricultura? Y la segunda, ¿ese acuerdo parcial puede compensar las concesiones que el país va a hacer en otras áreas, tales como propiedad intelectual, telecomunicaciones y otros? El Gobierno cree a todo que sí. Nosotros, que no.

Tomemos la situación de algunos productos de la mesa del sector rural. Lo primero que se debe anotar es que la aprobación en el Congreso norteamericano del Tratado de Libre Comercio con Centroamérica, llamado el Cafta por sus siglas en inglés, no se ve fácil. En general, ha ido creciendo la oposición del Congreso de Estados Unidos a los tratados de libre comercio, por una combinación de la oposición del Partido Demócrata porque el Nafta les quitó puestos de trabajo a los obreros de su país, sumada a la defensa de intereses específicos de congresistas republicanos.

¿Ese acuerdo parcial puede compensar las concesiones que el país va a hacer en otras áreas?


En el caso de Cafta, el tema sensible es el azúcar, pues el tratado aumenta la cuota de exportación de esa región a Norteamérica, lo cual choca con los congresistas americanos vinculados a intereses azucareros.

Mientras no se apruebe el Cafta, no va a avanzar nuestro TLC, entre otras cosas porque se aspira a un aumento importante de la cuota de azúcar. Bueno sería lograrlo, pues no sólo ganan los cañeros del Valle, sino también los paneleros, de rebote. Si el Cafta, ya firmado, tiene su aprobación embolatada en el Congreso americano por cuenta del azúcar, ¿por qué podemos, razonablemente, esperar que nosotros consigamos más? Lo dudo, por decirlo benigna mente.

En trigo, Estados Unidos aspira a una desgravación inmediata, lo cual choca con la situación de 25.000 familias productoras minifundistas de Nariño, Boyacá y Cundinamarca, que se quebrarían de inmediato. Ahí está lo valseado, como dicen en Cali. El Gobierno parece dispuesto a entregar esa desgravación inmediata a cambio de conseguir concesiones para otros agricultores. Y a las 25.000 familias pobres, ¿quién podrá defenderlas? Producen solo el 7% de la demanda interna de trigo. ¿No es justo defenderlas? ¿O es mejor, parafraseando a Rudy Hommes, que salgan del mercado por ineficientes y mejor compremos trigo barato para abaratar el pan, aun a costa de que esas familias no puedan comprarlo? ¿Las metemos en el incierto terreno de la agenda interna para que busquen otra alternativa productiva? Ya se hizo hace 10 años con la cebada, y los resultados son desalentadores.

Los ejemplos del azúcar y el trigo son sólo dos de muchos otros donde ya es claro que entre el dicho y el hecho de lograr un acuerdo satisfactorio, empieza a verse el trecho.

Por Antonio Navarro Wolf
Fuente: Revista Cambio

miércoles, 11 de abril de 2007

EL HUNDIMIENTO DEL TLC

El TLC es asunto vital para Colombia. Para los Estados Unidos es políticamente interesante, bajo ciertas circunstancias, comercialmente útil, sí se une a muchos otros y económicamente indiferente. En esa disparidad de perspectivas nos hemos debido mover desde el principio, el que otros países de la región ya habían recorrido, con más fortuna y tacto que alharaca.

Si se trataba de instrumento para nuestro desarrollo, al frente del TLC debió ponerse un comando especial y someterse a una dirección que se ocupara de todo, incluyendo el tema de la política. Nada de eso se hizo, y el Presidente dejó la embarcación en las manos de un Ministro de tan poco carisma como el de Comercio. Porque no se advirtió, y aquí la falla es imputable a la Cancillería colombiana, que el Tratado sólo podía quedar aprobado, por una mayoría Republicana en ambas cámaras del Congreso norteamericano. Así que nos fuimos en lento viaje, atendiendo los reclamos fundados de algunos sectores productivos, también las necedades y las aprensiones de gremios.

Estados Unidos tiene amigos por todo el mundo, o por lo menos gobiernos que coinciden con su visión de la política y con los principios esenciales para la convivencia universal. Pero también tienen enemigos que los acosan sin cesar. Y entre ese número de malquerientes, la línea Castro- Chávez es la primera, la más inoportuna e irrespetuosa. Y no era éste el momento más propicio para hacer causa común con la para Washington despreciable pareja caribeña. Que es lo que estamos haciendo con irresponsabilidad y con la más corta mira sobre lo que nos interesa. Porque bien está que mantengamos con la dupleta antillana las relaciones que convienen a una vecindad inevitable y que protejamos los asuntos fronterizos que pueden más que el hecho mismo del vecindario. Pero de ahí a las manifestaciones de amor, hay gran trecho. La designación de Cuba como el gestor de la paz colombiana; la recepción de maestros cubanos para que adiestren nuestros niños; la preparación de acuerdos comerciales con los dos tiranos; la indiferencia ante el armamentismo venezolano y la persecución expresa contra víctimas políticas de ese sistema; y el sainete de la Canciller en Caracas, con clases de vallenato, debieron quedar para mejor ocasión.

Pero aquí no paran las cosas. Por qué decidió el Presidente nombrar como Embajador ante el Gobierno francés a cierta persona que no puede entrar a los EE.UU. por sus conexiones con el narcotráfico, y puesta en evidencia la equivocación, para repararla, destituyó al Embajador en Washington, cuyas conexiones en ese país y cuyas ejecutorias están fuera de duda. Y no sólo decide el Gobierno amparar, bajo el disfraz de miembros de las Autodefensas, elementos de la mafia que entregaron unos fusiles sin destruír su imperio cocalero, denunciar sus fortunas, ni ofrecer garantía de que en sus zonas de influencia quedaba extinguido el negocio que más golpea a los Estados Unidos.

Ante este cofre de perlas, los Republicanos dejan las cosas como están, para que los Demócratas decidan. El TLC con los Estados Unidos se hunde. Y no por culpa de los Estados Unidos.

Por: Fernando Londoño
Fuente: Diario el País