miércoles, 11 de abril de 2007

EL HUNDIMIENTO DEL TLC

El TLC es asunto vital para Colombia. Para los Estados Unidos es políticamente interesante, bajo ciertas circunstancias, comercialmente útil, sí se une a muchos otros y económicamente indiferente. En esa disparidad de perspectivas nos hemos debido mover desde el principio, el que otros países de la región ya habían recorrido, con más fortuna y tacto que alharaca.

Si se trataba de instrumento para nuestro desarrollo, al frente del TLC debió ponerse un comando especial y someterse a una dirección que se ocupara de todo, incluyendo el tema de la política. Nada de eso se hizo, y el Presidente dejó la embarcación en las manos de un Ministro de tan poco carisma como el de Comercio. Porque no se advirtió, y aquí la falla es imputable a la Cancillería colombiana, que el Tratado sólo podía quedar aprobado, por una mayoría Republicana en ambas cámaras del Congreso norteamericano. Así que nos fuimos en lento viaje, atendiendo los reclamos fundados de algunos sectores productivos, también las necedades y las aprensiones de gremios.

Estados Unidos tiene amigos por todo el mundo, o por lo menos gobiernos que coinciden con su visión de la política y con los principios esenciales para la convivencia universal. Pero también tienen enemigos que los acosan sin cesar. Y entre ese número de malquerientes, la línea Castro- Chávez es la primera, la más inoportuna e irrespetuosa. Y no era éste el momento más propicio para hacer causa común con la para Washington despreciable pareja caribeña. Que es lo que estamos haciendo con irresponsabilidad y con la más corta mira sobre lo que nos interesa. Porque bien está que mantengamos con la dupleta antillana las relaciones que convienen a una vecindad inevitable y que protejamos los asuntos fronterizos que pueden más que el hecho mismo del vecindario. Pero de ahí a las manifestaciones de amor, hay gran trecho. La designación de Cuba como el gestor de la paz colombiana; la recepción de maestros cubanos para que adiestren nuestros niños; la preparación de acuerdos comerciales con los dos tiranos; la indiferencia ante el armamentismo venezolano y la persecución expresa contra víctimas políticas de ese sistema; y el sainete de la Canciller en Caracas, con clases de vallenato, debieron quedar para mejor ocasión.

Pero aquí no paran las cosas. Por qué decidió el Presidente nombrar como Embajador ante el Gobierno francés a cierta persona que no puede entrar a los EE.UU. por sus conexiones con el narcotráfico, y puesta en evidencia la equivocación, para repararla, destituyó al Embajador en Washington, cuyas conexiones en ese país y cuyas ejecutorias están fuera de duda. Y no sólo decide el Gobierno amparar, bajo el disfraz de miembros de las Autodefensas, elementos de la mafia que entregaron unos fusiles sin destruír su imperio cocalero, denunciar sus fortunas, ni ofrecer garantía de que en sus zonas de influencia quedaba extinguido el negocio que más golpea a los Estados Unidos.

Ante este cofre de perlas, los Republicanos dejan las cosas como están, para que los Demócratas decidan. El TLC con los Estados Unidos se hunde. Y no por culpa de los Estados Unidos.

Por: Fernando Londoño
Fuente: Diario el País

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